Filòcoso. Gym.

Haga el siguiente ejercicio filocosal:
Frote su barbilla con un gesto prensil entre su pulgar y la segunda falange del dedo ìndice.
Repita el gesto cuantas veces sea necesario hasta que todos a su alrededor se den por enterados.
Pueden suceder tres eventos:
-Que usted comience a pensar en tèrminos de categorizaciones y conceptos.
-Que no se le ocurra nada.
-Que llegue a alguna conclusiòn.

En el primer caso apùrese a emitir algùn brillante pensamiento (en lo posible humorìstico ademàs) antes de que esa rubia se vaya a bailar con el alto del cinzano.
En el segundo, haga un gesto lentamente rìtmico con la cabeza, y luego, casi como despertando a la realidad, cambie de tema, dando a entender que no le quiere arruinar la noche a nadie con algùn desapacible y elevado pensamiento.
En el tercero, en caso de usted llegar a alguna conclusiòn, ocùltelo, corre el peligro de ser tachado de fundamentalista.

Lucy en el cielo.

Sí, yo soy esa Lucy; la de la canción.

Cuando tenía cinco años siempre soñaba que volaba por el cielo, que era de noche pero igual había muchos colores, y que en vez de estrellas estaba todo lleno de diamantes.

Era el mismo sueño que se repetía; algunas veces me parecía que volaba porque tenía superpoderes; en cambio otras, que flotaba subiendo porque me había morido.

Un día le conté mi sueño a un compañero del jardín, y él lo dibujó.

-¡Julián!¡Te salió igualito!- le dije maravillada-¡Cómo hiciste para verlo tan pero tan bien!

-Es porque somos amigos- me contestó muy serio.


El papá de Julián era músico, y cuando él le mostró el dibujo de mi sueño enseguida le hizo una canción.

La canción ya no era tan igualita a mi sueño, porque el papá se inventó toda la parte de los mozos de plastilina y los taxis de papel de diario.


Después, toda la gente empezó a hablar de esa canción, y decían eso de que Lucy en el Cielo con Diamantes era porque el papá de Juli estaba drogado cuando la hizo, y cosas así.


Un vez Julián me invitó a su casa a jugar con sus muñecos, (¡tenía millones!).De pronto entró en la habitación el papá trayendo la guitarra, estaba descalzo y tenía puestos unos anteojitos redondos con vidrios azules muy graciosos:

-¡Así que vos sos la famosa Lucy!- me dijo sonriendo. Y ahí nomás tocó para mí Lucy en el Cielo con Diamantes. Mientras la cantaba casi no le veía la cara, del pelo largo que tenía; la canción a mí me gustó más así que en el disco, y no se porqué, ahí se me ocurrió preguntarle si era como decía la gente, que “Esa canción la hizo bajo los efectos de algún aluginósico

El papá de Juli sonrió divertido:

Se dice alucinógeno- me corrigió, y agregó - Esta canción la inventé intoxicado por la sustancia más poderosa- Después se me acercó y en voz bajita me dijo al oído:
– La hice bajo los efectos de la Imaginación.



Encontré este cuentito entre mis papeles de niña; calculo que lo escribí a los 10 o a los 11, ya pasaron 40 años, y sigo siendo la Lucy en el cielo con Diamantes, nunca me dejaron ser otra.


Andrés Sobico


(esto es ficción, la verdadera Lucy Daggen murió en new york, de lupus, en 2009)

Filócoso. (adicto a la cicuta)

Si pienso que estoy loco ¿creo que estoy loco?; ¿Podría inferir de allí que entonces no estoy loco al darme cuenta de mi locura?
(Que loco ¿no?)

A.S